La verdad emboscada
Lo ocurrido con Carlos Valverde
es una constación triste de la situación actual del País.
Las ideologías que fomentan la
eficiencia en la toma o la conservación del poder antes que la libertad,
necesitan construir una realidad donde la mentira sea su coartada. Para encumbrarse
en el poder, muchos casos históricos son prueba, buscan que: la envidia se
apruebe, la agresividad se haga popular, el engaño se vuelva método político.
Por esto, en un primer momento, alientan la desconfianza y generan el caos.
Luego, cuando la verdad se hace difusa, cuando lo incoherente es la norma de
conducta, cuando la mala fe se aprecia como virtud; lanzan sus consignas
salvadoras, sus postulados mesiánicos, ofrecen su orden fabricado.
Muchos años en el poder crea alumnos
aventajados, estos saben que la victoria se consigue cuando se admite su punto
de vista, no que esta triunfe, sólo que se admita. Dentro de este marco,
aquellos que “buscan” la verdad, se convierten en posibles instrumentos. En una sociedad
trastornada, la que debe presentar pruebas de descargo, es la inocencia.
Carlos Valverde fue inconsecuente con el método que él dice proteger; “para ser
periodista creíble hay que demostrar las noticias que uno difunde con pruebas
reales”. Cuando demostró con un papel OFICIAL la existencia de un niño,
comprobó su afirmación de la relación de una pareja. Al afirmar luego que el
niño no existe, no nos muestra una prueba. Para esto hay una sencilla razón, no
puede. Nadie, salvo autoridad competente y bajo procedimientos no viciados, puede
negar un documento oficial, ni siquiera Carlos Valverde o García Linera.
Lo que preocupa de verdad, es algo que permanece difuso. Ya que en su última difusión, Carlos
Valverde, en condicional; “parece”
colocar a Evo Morales como víctima desprotegida, admitir su punto de vista.
Si otro grupo busca la silla
presidencial y por eso ataca al presidente, como “parece” percibirse por lo
expresado por Valverde, es una lucha de poder donde ninguno de sus
participantes es víctima inocente.
Víctimas son quienes deben sufrir
las consecuencias de esta lucha absurda que destruye las instituciones del
Estado. Víctimas son hombres y mujeres que pese a su incapacidad física, deben arrastrarse
durante semanas para mendigar una subsistencia calumniada. Víctimas son
quienes, fruto de la desesperación ante el peligro de perder la fuente de
ingreso que les permita llevar comida a sus hijos, hacen explotar sus manos.
Lo ocurrido con Valverde si es
bien un caso emblemático no es único, es sólo la terrible verificación de lo
cerca que estamos de un invierno enloquecido. Si se permite que la legítima
búsqueda de la verdad pueda ser emboscada, las paredes de la justicia, ese precario
refugio, crujen ante la arremetida de viento neurótico. Si estas caen, nadie
podrá estar a salvo, aunque muchos lo disfruten.
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